Arde Sevilla en la tarde en un estío de fuego;
vapores lloran al sol los exhaustos azahares,
nebulosas lágrimas de olor, que velan con su sudor
los claros brillos del cielo.
Dime, niña de piel clara, ¿ahora sales de paseo?
Ay...Si pudiese arrebatar al sol su candente y dorado cetro,
y con suspiros del alma hacer primaveral su aliento.
Ay...Si mandase yo en las brisas
que hacen danza con las flores
para formar a tu paso abanicos de colores.
¡Moveos, perezosas nubes! !Resoplar, aires sureños!
Desplegaros generosos y formar un umbrío velo,
acoger hospitalarios a la gracia sevillana
que adorna con sus andares el solitario paseo.
Mírala, Giralda mora, fíjate en su contoneo
¿No sientes envidia al verla, tan inmóvil en tu reino?
No dudes, Guadalquivir, de los hermosos colores
sobre el frescor de tus aguas ¡Son versos!
Desde el cielo de sus ojos ¡ Versos azules!,
desde el trigal de su pelo ¡Dorados versos!,
que engalanan soberanos el discurrir de tu cauce
y hacen del agua un tesoro con su divino reflejo.
Versos azules y dorados! ahora con una cadencia nueva! y serena! como ese abanico de colores de calma y estío...
ResponderEliminardoble preciosidad!
Gracias, mi preciosa brujita, por inaugurar los comentarios de este blog, a ver si me aclaro, porque no sé muy bien como va esto...
ResponderEliminarEste poema es de los trabajos tuyos que más me gustan, no espera...es el que más me gusta y llega adentro, me pregunto porqué.
ResponderEliminarQué bonita voz tiene usted, caballero.
Te abrazo.
Sete
Seguro que te llega adentro por estar hecho con el corazón. Sí, ya sé que decir esto no es nada original, pero es la verdad.
ResponderEliminarCálido abrazo.